Quisiera hablar de la Cruz: y quiero empezar
diciendo que “solo se entiende la Cruz si se tiene a Cristo”, ya que una Cruz
sin Cristo se vuelve pesada y casi imposible de llevar. La Cruz sin Cristo es
un instrumento de muerte, de venganza, de odio, de martirio. Tampoco se puede
entender “a Cristo sin Cruz”, no podemos pretender ser seguidores de Cristo de modo “ligth”. Hay muchos cristianos que dicen: “yo quiero seguir a
Cristo”, pero cuando llega la primera dificultad se van, y dicen: yo ya no sigo
a Cristo porque desde que dije que quería seguirlo empeoraron mis problemas.
Queda en claro que estos cristianos han hecho una división entre Cristo y la
Cruz, esto no es posible ya que Cristo mismo ha pasado por la Cruz para
salvarnos y ha querido que nosotros compartiéramos con Èl la Cruz. Si no
estamos dispuestos a cargar la Cruz con Cristo no estamos dispuestos a ser sus
discípulos y por tanto, no estamos dispuestos a ser cristianos verdaderos.
Jesús que yo acepte mi Cruz
Dice el papa Francisco que “no hay Cruz que Cristo
no cargue con nosotros”, y creo que estas palabras nos deben de llenar de mucha
esperanza, ya que en el camino del calvario no estamos solos. Recordamos aquí especialmente a nuestros hermanos que cargan la pesada Cruz de
la Migración, las drogas, el homosexualismo, la prostitución, también
recordamos a aquellos Cristos que cargan la Cruz d la pobreza extrema, a los
niños explotados, a los Cristianos perseguidos. Recordamos también a todos
aquellos cristianos que cargan la Cruz de haber perdido el sentido de su vida,
de los que no encuentran a Dios. Estos son los Cristos actuales, y
también nos incluimos todos nosotros que soportamos diversas cruces: la cruz de
no poder perdonarnos, de vivir solos, la cruz de no sentirse amado, la Cruz de
la enfermedad de la desesperación, y todas las demás cruces que podemos estar
viviendo. Todas estas cruces que he mencionado solo encuentran su sentido en el
Cristo, fuera de el son tormentosas, en Cristo y con Cristo es que podemos
cargar nuestra Cruz no importando lo pesada que sea, ya que él nos ayuda y nos
anima a seguir luchando con esa Cruz. No hay Cruz que Cristo no cargue con
nosotros. Jesús que con mi cruz yo te encuentre.
Dice un dicho no tan famoso: “el amor no tiene
forma de corazón, el amor tiene forma de Cruz”, y hoy queda perfecta esta frase
para lo que voy hablar ahora. Es en la Cruz donde Cristo no solo nos amó, sino
–más aun- nos amó hasta el extremo. Fue en la Cruz donde Cristo padeció por
amor nuestro hasta derramar la última gota de su sangre. Fue en la Cruz donde
el amor sediento de darlo todo de Jesús exclamó: “tengo Sed”, como señal de que
si era necesario seguir padeciendo el estaba dispuesto a hacerlo por amor. Es en la Cruz que se nos ha manifestado y se nos
ha dado el amor supremo, el amor que el mismo Jesús llama amor máximo: “el que
da la vida por los amigos” . El amor humano también pasa por la Cruz, ya que el
mismo sufrimiento es el que hace que este se profundice. Muchas veces podemos encontrar este amor no
correspondido en nuestras vidas, cuando nosotros luchamos por amar las personas que nos rodean pero estas no nos
corresponden y al contrario nos rechazan. El amor que Cristo manifiesta en la
Cruz ha de ayudarnos para estar dispuesto a sufrir por amor a Él y por dar todo
el corazón para amar bien al prójimo aunque esto implique mucho sacrificio aunque
esto implique renunciar a sí mismo. El amor al prójimo también pasa por la
Cruz, ya que la Cruz se ese elemento maravilloso que purifica y santifica todo,
no por ella misma sino por lo que se ha manifestado en ella: el amor de Dios.
Jesús que por mi Cruz yo te ame más.
Finalmente quisiera hablar de los Sacramentos, ya
que es en la Cruz de Cristo donde se manifiesta la misericordia de Dios y de
donde toman fuerza y eficacia los sacramentos, no se puede entender un
sacramento fuera del amor de Cristo manifestado en la Cruz. Pero también es
cierto que la manifestación más profunda del misterio de la Cruz, es la
Eucaristía que actualiza los misterios santos de la cruz, . así
pasa también con los otros sacramentos actúan en nosotros precisamente por la
Cruz de Cristo, fuera de esa Cruz son signos vacíos de contenido. Cuando nos
acercamos a los sacramentos, nos acercamos al misterio mismo de la muerte del
Señor, para poder gustar de los frutos de su resurrección.
Fijémonos en la figura de María Santísima la Madre
de Cristo que precisamente al pie de la Cruz es donde es constituida Madre de
toda la humanidad, aprendamos de su ejemplo de perseverancia, de su seguimiento
fiel a Cristo, que a pesar de todos los dolores que veía sufrir a su Hijo,
estuvo con él hasta el último momento, no lo abandonó, no tuvo miedo, no renegó
de la Cruz, sino al contrario aceptó con paciencia la Cruz que ella misma
-aunque de forma espiritual- cargaba con su Hijo. Que este tiempo de pascua sea para nosotros, no un día de
derrota, sino de fiesta, ya que no celebramos la derrota de Cristo, sino la
fiesta de la redención, ahora somos liberados del pecado de una vez para siempre
hoy se nos abren la puertas del cielo.
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