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miércoles, 21 de mayo de 2014

Amor a sí mismo

    Condicionado por el mundo actual es necesario tratar el tema del “amor a sí mismo”, ya que como podemos constatar en nuestro medio que muchos pecan de amarse excesivamente, esto comprobado en el individualismo, en el egoísmo, etc.,  que hacen que nos olvidemos  de los demás, y –otros- pecan de no amarse a sí mismos, esto se nos hace palpable en: la pornografía, el sexo que destruye, el alcoholismo, la drogadicción. Esta es la razón por la que quiero hablar del amor a sí mismo. Hay que encontrar la virtud al hablar de ese amor para que no lo subestimemos ni lo sobrevaloremos sino que encontremos su punto medio. 

·         Lo positivo del amor a sí mismo

    El precepto del amor a sí mismo:

Alguno podría pensar: ¿Cómo puedo amarme a mí mismo si el amor ante todo es amistad, es decir reciprocidad? Es bueno hacerse esta pregunta que también es lógica, pero podemos acudir a la Sagrada Escritura para ver cómo es posible el amor a sí mismo: “Amarás a tu amigo como a ti mismo” (Lev 19,18). La medida del amor al prójimo es el amor a sí mismo, es decir, debo amarme yo antes para poder amar a los otros ya que “Al amigo le amamos por caridad y por caridad nos  amamos a nosotros mismos.”[1] “Lo amistoso para con otro depende de lo amistoso para con uno mismo”.[2] El amor a sí mismo está incluido en el precepto del amor al prójimo, Santo Tomás llegará a las siguientes conclusiones para probar “el amor a sí mismo”:[3]
1.       “El hombre está obligado a amarse a sí mismo con verdadero amor de caridad”. El amor a nosotros mismos está expresamente preceptuado en la Sagrada Escritura: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev. 19, 18 y/o  Mt. 22, 39). Dice Santo Tomas, que al hablar de una verdadera amistad debe entenderse en dos sentidos:

a.       amistad en general y amistad con Dios. Si hablamos de la amistad en general hemos de decir que no se puede hablar de amor de amistad, ya que esta supone multiplicidad de personas, es decir, se es amigo de otro sujeto. El amor a sí mismo es algo más grande que el amor de amistad.  La amistad busca la unión perfecta con el que es amado, ya que el amor tiende hacia la unidad. Así como la unidad es el principio de la unión así –también- el amor con que uno se ama a sí mismo es la forma y la raíz de la amistad. [4]
        No se puede decir que una persona que no se ama a sí misma ame al prójimo, ya que -el mismo Señor- pone el amor  a sí mismo como el principio de ese amor al prójimo: amo al prójimo porque antes me amo a mi mismo. Tengo que pasar por la experiencia de amarme a mí mismo, para gustar de la experiencia de amar al prójimo, es un precepto que va de la mano y que lo supone ya el amor al prójimo, que también supone la amistad con Dios: el amor a Dios.

b.      En razón propia y especifica de la caridad -que es la amistad para con Dios- el hombre debe amar no solamente a Dios, sino también todas las cosas relacionadas con Él, entre las que se encuentra el hombre mismo, que ama a Dios.[5] Amamos a Dios y porque amamos a Dios amamos todo lo que con Él está relacionado; uno mismo está relacionado con Dios en cuanto que no solo ama a Dios sino que –también- es amado por Él. La amistad es ante todo comunión y en cuanto que es comunión el hombre ama todo lo que el amigo ama –aun cuando no sea amado por todo lo que el amigo ama-. De ahí que el hombre deba amarse: porque Dios le ama y él ama a Dios. El hombre en razón de la unión de amistad para con Dios se siente llamado a amarse a sí mismo y amar a todos los hombres.

2.       “En igualdad de órdenes y de circunstancias, el hombre tiene obligación de amarse a sí mismo más que a su prójimo; el hombre debe amarse espiritualmente a sí mismo más que a su prójimo… pero debe amar y preferir el bien espiritual del prójimo más que su propio bien corporal”[6] Dividiremos esta conclusión de Santo Tomás en dos partes:

a.       El hombre debe amarse espiritualmente a sí mismo más que a su prójimo. El fundamento de la caridad –dice Santo Tomás- es Dios como suprema bienaventuranza del hombre, por lo que estamos obligados a amarle a Él en primer lugar y después a todos los que han de participar de la bienaventuranza eterna. El hombre según su naturaleza espiritual, ha de participar directamente de esa bienaventuranza, mientras que el prójimo será su compañero en la participación de esa inmensa felicidad.[7] La participación de la salvación eterna es algo personal entre Dios y el hombre, el hombre ha de participar de esa gloria personalmente, no es algo que se gane por méritos de otro, por lo que el hombre ha de quererse espiritualmente a sí mismo con la vista puesta en la participación de la gloria futura, es decir, no egoístamente, sino en relación a su salvación.  Ha de amarse más a sí mismo con relación a su bien espiritual; luego ha de amar a los hombres porque ambos –aunque personalmente-[8] han de participar de la gloria.
       “Hay que decir –ahora- que el hombre no debe cometer jamás un pecado…para librar al prójimo de cometer un pecado.”[9] Con esto no se quiere decir que hemos de amar solo a los que han de salvarse, ya que todos estamos llamados a la salvación, que la alcancemos o no es otra cosa distinta, pero todos estamos llamados a luchar por conquistar la gloria, por tanto,  han de amarse a todos los hombres ya que la bienaventuranza se extiende a todos aunque no todos la alcancen.

b.      “El hombre debe amar y preferir el bien espiritual del prójimo más que su propio bien corporal.”[10] Tiene supremacía lo espiritual y ante esto el hombre debe amarse siempre más a sí mismo que al prójimo, no así en lo corporal, ya que en lo corporal no ha de querer el hombre otra cosa que el bien espiritual de su prójimo, hacerle la vida más llevadera y ayudarle a alcanzar su felicidad no solo la eterna, sino también, la temporal.
Espero que estas pequeñas reflexiones tomadas de un trabajo hecho por mi persona, y llamado "Dios el golpe de enrgía para el que está sin batería. sobre la caridad Cristiana" puedan ayudarles a amarse cada día más. saludos.

[1] Cfr. Op.cit. AQUINO, T. cuestión 25, articulo 4.
[2] Ibíd. AQUINO, T. cuestión 25, articulo 4.
[3] Cfr. Op. Cit. ROYO MARIN, A. Pág. 300
[4] Cfr. Ibíd. Pág. 301
[5] Cfr. Ibíd. Pág. 301
[6] Ibíd. Pág. 301-302
[7] Ibíd. Pág. 302
[8] Personalmente en cuanto que ha de ganarse el premio de la vida futura con la gracia de Dios, pero, personalmente, nadie lo puede hacer por uno.
[9] Ibíd. Pág. 302
[10] Ibíd. Pág. 302

lunes, 12 de mayo de 2014

La presencia de Cristo en el prójimo:

     

en este articulo quiero exponer uno de los motivos por el cual debemos amar al projimo. Afirma san Pablo: “pues ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno una de sus partes” (1cor, 12,27). “Es un hecho la unión de los cristianos con Cristo para formar el Cristo total, es decir, un solo cuerpo, cuya Cabeza es Cristo, y nosotros – incorporados a Él- los miembros de ese cuerpo.”[1] Junto a Cristo, todos los cristianos formamos un solo cuerpo, cuerpo que es inseparable de la cabeza y -siendo Él la cabeza- se haya presente en cada uno de sus miembros en cuanto que es quien le da vida a cada miembro, por tanto, pertenecer a Cristo es amarle y –si sé le ama- se le ha de amar totalmente, es decir, debemos amar a cada una de sus partes: el prójimo. Está unión se puede ver desde varios sentidos, pero aquí nos ocuparemos solamente del sentido sacramental de esta unión.
                “Jesús ha perpetuado su acto de entrega en la cruz, por amor nuestro, en la Eucaristía…, en ella el “Logos”, se ha hecho para nosotros verdadera comida…, no recibimos al logos encarnado de modo pasivo, sino que en ella Cristo nos implica en la dinámica de la salvación…. Lo que antes –en el Antiguo Testamento- solo era una contemplación, ahora se trasforma en unión intima.”[2] La Eucaristía nos une realmente a Cristo, pero nos une al Cristo total, es decir, a la Cabeza y los miembros de ese cuerpo, de ahí que la Eucaristía tenga también un carácter social ya que “la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo solo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán.”[3] 
                La unión sacramental con Cristo por la Eucaristía nos une a Él verdaderamente pero, no de forma egoísta hasta el punto de que ya no nos interese el entorno, sino –al contrario- nos humaniza, hace que pongamos los pies sobre la tierra pero con el corazón puesto en Él, de modo que, teniendo el corazón en Él -que es fuente de gracia-  sea purificado nuestro amor por Él y por el prójimo, para que tengamos –también- los pies sobre la tierra reconociendo –en los otros que también se han unido a Cristo- a nuestro prójimo. “Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal.”[4]
                “La Sagrada Comunión nos hace salir de sí mismos para ir hacia Él, y por tanto, también hacia la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos “un cuerpo”, aunados en una única existencia.”[5] Si la Eucaristía nos une a los otros, no es para estar unidos por puro gusto, sino para compartir con Cristo la misma vida que Él nos ofrece, para tener la misma suerte que Él, para tener los mismo sentimientos que Él, para olvidarme de mí, y salir en busca del otro,  porque sé que en el otro encuentro –no un humano más- sino a quien Cristo –al igual que ha hecho conmigo- ha unido íntimamente a Él.
                En el momento de la Comunión Eucarística, nos deberíamos de entristecer tanto cuando nos atrevemos a comulgar a Cristo, sabiendo que –exteriormente- no estamos en paz con el prójimo. A veces divididos por riñas tontas, o problemas minúsculos que nosotros agigantamos, incluso por buscar solo nuestros bienes y no sacar la cabeza de nuestro caparazón para ver al otro, al hermano que sufre o que llora su soledad,  su crisis, el rechazo, que ha perdido la esperanza…etc.  La comunión con Cristo nos dice  en el interior: “cada persona que conoces está luchando con sus propios problemas". Se amable con todas las personas, ayúdalos, compadécete de ellos. Tal vez no seas capaz de resolver sus problemas, pero tu bondad y cercanía quizá sea el milagro que estaban esperando.”[6]

Luchemos por amar al projimo cada día más, no por nosotros, ni por ellos mismos, sino por Dios.



[1] Cfr. Ibíd. Pág. 370.
[2] Cfr. BENEDICTO XVI,  Encíclica Deus Caritas Est, ediciones Palabra, Madrid 2006, 3ra edición n. 13.
[3] Cfr. Ibíd. N. 14.
[4] Op.cit. BENEDICTO XVI, Mansaje para la cuaresma 2012.
[5] Cfr. Op.cit. Deus Caritas est. N. 14.
[6] Frase nada teológica pero cierta, sacada de una página de Facebook llamada: Reflexiones y Lecturas para Meditar.

viernes, 9 de mayo de 2014

EN EL DÍA DE LA MADRE

Muy queridos lectores, hoy creo que es conveniente poner en el tema a nuestra Madre, que si bien es cierto le debemos el don más grande que es la vida, pero también le debemos muchas cosas más, que no cabe reunir todas las fuerzas del mundo para poder agradecer.

Todo lo que la Madre  da es de un valor incalculable, ya siempre da desinteresadamente, y es la madre -muchas veces el remedio de todos los males: te preguntarás ¿por qué? y yo te respondo, si estas necesitado de amor sincero y real: acude a tu Madre, si estas solo, acude a tu madre, si ya no sabes que hacer acude al consejo de tu madre. la madre siempre es refugio digno y seguro para encontrar consuelo, consejo y amor, estos son bienes incalculables, pero -te preguntarás ahora- ¿que pasa con aquellas personas que han sido abandonados después de nacer? muy querido lector con el solo Don Incalculable de la vida tienes suficiente para agradecerle a tu madre toda una eternidad, ya que la vida misma viene de Dios y la madre se ha vuelto en un transmisor de vida. no tienes derecho de renegar a tu Madre, ni por que creas que sea la mujer más mala del mundo por que te ha abandonado. una vez le escuche a una persona el siguiente comentario: "mi mamá ya podría ser prostituta que aun así la amaría" esa debe ser la actitud, amar a nuestra Madre sea quien sea y nunca avergonzarnos de quien nos dió la vida, ya sea alta o baja, indigena o no indigena, blanca o morena, con dientes o sin dientes, enojada o molestona, nunca debemos avergonzarnos de nuestra Madre.

no podemos dejar de mencionar en este articulo a nuestra Madre del cielo que con su amor maternal, ternura, consejo, intercesion nos ayuda y consuela siempre. creo que nadie puede decir que acercándose a María no haya encontrando aunque sea un poco de consuelo. María es la mujer que mejor sabe ser Madre, ya que estubo con su Hijo en los momentos más alegres: las bodas de caná, Como en los momentos más tristes: en la cruz. gracias Madre María por acompañarnos.

no puedo dejar de mencionar a mi Madre terrenal Ana Valdez, que siempre me ha llenado de su amor, de su ternura, de su corrección de su fe. gracias Mama por todo lo que has hecho por mi. finalmente quiero agradecer a todas aquellas mujeres que me han ayudado en los momentos más dificiles de mi vida y han estado ahí acompañando e iluminando el camino que mejor me convenía. gracias a todas esas mujeres que han sido como unas verdaderas madres para mi, no puedo evitar mencionar unos nombres: Argentina de Valdez, Aura Rodas, Bety Martinez, Irma Urizar, Karla Urizar, Iliana Santiago, Amanda Santiago, Bertila Noriega, Transito Valdez, Timotea Canás de Yoc,  Alexandra Gzbiela y tantas otras mujeres que por mi mala memoria olvido en este momento.

gracias a todas, y muy FELIZ DIA DE LA MADRE.

martes, 6 de mayo de 2014

la Cruz es la prueba de amor

Quisiera hablar de la Cruz: y quiero empezar diciendo que “solo se entiende la Cruz si se tiene a Cristo”, ya que una Cruz sin Cristo se vuelve pesada y casi imposible de llevar. La Cruz sin Cristo es un instrumento de muerte, de venganza, de odio, de martirio. Tampoco se puede entender “a Cristo sin Cruz”, no podemos pretender ser seguidores de Cristo de modo “ligth”. Hay muchos cristianos que dicen: “yo quiero seguir a Cristo”, pero cuando llega la primera dificultad se van, y dicen: yo ya no sigo a Cristo porque desde que dije que quería seguirlo empeoraron mis problemas. Queda en claro que estos cristianos han hecho una división entre Cristo y la Cruz, esto no es posible ya que Cristo mismo ha pasado por la Cruz para salvarnos y ha querido que nosotros compartiéramos con Èl la Cruz. Si no estamos dispuestos a cargar la Cruz con Cristo no estamos dispuestos a ser sus discípulos y por tanto, no estamos dispuestos a ser cristianos verdaderos. Jesús que yo acepte mi Cruz
Dice el papa Francisco que “no hay Cruz que Cristo no cargue con nosotros”, y creo que estas palabras nos deben de llenar de mucha esperanza, ya que en el camino del calvario no estamos solos. Recordamos aquí especialmente a nuestros hermanos que cargan la pesada Cruz de la Migración, las drogas, el homosexualismo, la prostitución, también recordamos a aquellos Cristos que cargan la Cruz d la pobreza extrema, a los niños explotados, a los Cristianos perseguidos. Recordamos también a todos aquellos cristianos que cargan la Cruz de haber perdido el sentido de su vida, de los que no encuentran a Dios. Estos son los Cristos actuales, y también nos incluimos todos nosotros que soportamos diversas cruces: la cruz de no poder perdonarnos, de vivir solos, la cruz de no sentirse amado, la Cruz de la enfermedad de la desesperación, y todas las demás cruces que podemos estar viviendo. Todas estas cruces que he mencionado solo encuentran su sentido en el Cristo, fuera de el son tormentosas, en Cristo y con Cristo es que podemos cargar nuestra Cruz no importando lo pesada que sea, ya que él nos ayuda y nos anima a seguir luchando con esa Cruz. No hay Cruz que Cristo no cargue con nosotros. Jesús que con mi cruz yo te encuentre.
Dice un dicho no tan famoso: “el amor no tiene forma de corazón, el amor tiene forma de Cruz”, y hoy queda perfecta esta frase para lo que voy hablar ahora. Es en la Cruz donde Cristo no solo nos amó, sino –más aun- nos amó hasta el extremo. Fue en la Cruz donde Cristo padeció por amor nuestro hasta derramar la última gota de su sangre. Fue en la Cruz donde el amor sediento de darlo todo de Jesús exclamó: “tengo Sed”, como señal de que si era necesario seguir padeciendo el estaba dispuesto a hacerlo por amor. Es en la Cruz que se nos ha manifestado y se nos ha dado el amor supremo, el amor que el mismo Jesús llama amor máximo: “el que da la vida por los amigos” . El amor humano también pasa por la Cruz, ya que el mismo sufrimiento es el que hace que este se profundice.  Muchas veces podemos encontrar este amor no correspondido en nuestras vidas, cuando nosotros luchamos por amar  las personas que nos rodean pero estas no nos corresponden y al contrario nos rechazan. El amor que Cristo manifiesta en la Cruz ha de ayudarnos para estar dispuesto a sufrir por amor a Él y por dar todo el corazón para amar bien al prójimo aunque esto implique mucho sacrificio aunque esto implique renunciar a sí mismo. El amor al prójimo también pasa por la Cruz, ya que la Cruz se ese elemento maravilloso que purifica y santifica todo, no por ella misma sino por lo que se ha manifestado en ella: el amor de Dios. Jesús que por mi Cruz yo te ame más.
Finalmente quisiera hablar de los Sacramentos, ya que es en la Cruz de Cristo donde se manifiesta la misericordia de Dios y de donde toman fuerza y eficacia los sacramentos, no se puede entender un sacramento fuera del amor de Cristo manifestado en la Cruz. Pero también es cierto que la manifestación más profunda del misterio de la Cruz, es la Eucaristía que actualiza los misterios santos de la cruz, . así pasa también con los otros sacramentos actúan en nosotros precisamente por la Cruz de Cristo, fuera de esa Cruz son signos vacíos de contenido. Cuando nos acercamos a los sacramentos, nos acercamos al misterio mismo de la muerte del Señor, para poder gustar de los frutos de su resurrección.
Fijémonos en la figura de María Santísima la Madre de Cristo que precisamente al pie de la Cruz es donde es constituida Madre de toda la humanidad, aprendamos de su ejemplo de perseverancia, de su seguimiento fiel a Cristo, que a pesar de todos los dolores que veía sufrir a su Hijo, estuvo con él hasta el último momento, no lo abandonó, no tuvo miedo, no renegó de la Cruz, sino al contrario aceptó con paciencia la Cruz que ella misma -aunque de forma espiritual- cargaba con su Hijo.  Que este tiempo de pascua sea para nosotros, no un día de derrota, sino de fiesta, ya que no celebramos la derrota de Cristo, sino la fiesta de la redención, ahora somos liberados del pecado de una vez para siempre hoy se nos abren la puertas del cielo.


En esta primera entrada quisiera agradecer a todas aquellas personas que me han ayudado en el transcurso de los años para enamorarme de Jesucristo y que también de una u otra manera me han instado a seguir adelante en este camino de descubrimiento vocacional. espero de todo corazón que esta pagina de carácter religioso y todas mis reflexiones sobre temas religiosos  y humanos puedan serles muy beneficiosos para su vida y más aun para un mejor seguimiento de Jesucristo.